de
un color tristeza en su forro
y
por fuera color “ me alegro” intenso.
En
el escaparate ponía “vale oro”,
pero
es incómodo y no lo entiendo
Quería
tapar los vacíos
que
excavan los recuerdos
con
palas de hipocresía
y picos de silencio.
De
repente me recorre fugaz un escalofrío.
En
mi mente debe hacer ya frío.
¿Habrá
llegado ya el invierno?
Todo
se está tornado algo más sombrío.
Recuerdo
al jefe llamándome imbécil.
Al
cliente que no entiende y se lo repito,
al
que entiende y no quiere
y
algún que otro grito.
Me
gustaría contárselo a Benito
a
Lucrecia, a Pepito y a Sade.
Saco
y miro el móvil de nuevo,
no me llega ningún mensaje
pero
eso es desde hace ya tiempo.
Tal
vez me he convertido en nadie,
o
tal vez sea un mal día,
o
que Cupido ha tintado
sus
flechas de melancolía.
Pero
eso sería un instante
y
esto, ya es rutina
la
tuya y la mía.
Pues
han pasado los años
los
meses, los días, los veranos
y
aunque me cueste aceptarlo:
No
importa ya nuestra edad.
Mi
única y más triste compañía
será
la tuya.
Soledad.
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